Reminiscencias médicas
El San Juan de Dios era insuficiente para los ambiciosos planes de reforma de educación médica que promovían Gabriel Velásquez, Alfonso Ocampo y demás líderes de la naciente Facultad de Medicina de la Universidad del Valle. Por eso se propusieron terminar el Hospital Departamental, que ahora lleva el nombre del insigne médico y científico caleño Evaristo García, cuyos orígenes se remontan a una ordenanza aprobada en 1938, por iniciativa de Pascual Guerrero.
Algunos de los profesores se resistieron al traslado y siguieron ejerciendo la docencia en el viejo San Juan de Dios. Entre ellos Gonzalo Ángel, Armando García, Óscar Gutiérrez, Benjamín Martínez, Álvaro Vallejo O’Byrne y Ramiro Guerrero, su director por muchos años. Los directores del HUV, Arturo Vélez Gil y de manera especial, Alfonso Ocampo Londoño, se propusieron situarlo a la altura de los mejores hospitales del mundo.
Para lograrlo era preciso establecer mecanismos de auditoría médica o control de calidad. Bajo el implacable escrutinio de Lupi Sergio Mendoza, destacado urólogo boliviano, se revisaban de manera aleatoria las historias clínicas, para detectar fallas en los registros o procedimientos incorrectos. Se establecieron las conferencias de patología clínica (CPC), en las cuales un profesor analizaba el caso de un paciente fallecido y se comprometía con un diagnóstico; luego, los demás profesores, residentes e internos daban su opinión. Los estudiantes, amparados en nuestra ignorancia, éramos los únicos en tener absoluta seguridad en los diagnósticos. El departamento de patología que había realizado la autopsia y cuyos resultados se habían conservado en secreto, daban el veredicto final. Era una especie de concurso de inteligencia y conocimientos en el cual todos aprendían y se mejoraba la calidad.
Las relaciones entre el Evaristo y la Universidad del Valle eran tan estrechas que los nombramientos médicos se hacían conjuntamente, de tal manera que todos las profesores eran a la vez, médicos del hospital. Por esta razón muchas de las actividades investigativas de los profesores se adelantaban en el hospital. Entre ellas destaco una que me correspondió apoyar durante mi paso por la dirección del Evaristo.
Adolfo Vélez Gil, cirujano especializado en los EE.UU., comprendió la futilidad de hacer cirugías de altísima complejidad, al tiempo que 97% de las hernias existentes en el Valle del Cauca no se podían atender. Entonces renunció a la jefatura y junto a su esposa Graciela y otros profesores igualmente visionarios, se propusieron desarrollar un sistema simplificado de atención, de alta calidad, a bajo costo y amplia cobertura, para lo cual se montó una unidad experimental en el HUV. Era una especie de ‘MacDonald quirúrgico’, cuyos procedimientos y equipos estaban previamente estandarizados para lograr una alta productividad. Una de las recomendaciones revolucionarias del sistema, fue enviar al paciente a la casa inmediatamente después de la cirugía, recomendación que hace parte hoy día parte del repertorio quirúrgico mundial.
En la inauguración del Evaristo hace 50 años, Ramiro Guerrero rescató las notas que había preparado Primitivo Iglesias para la ocasión y que no llegó a pronunciar porque murió días antes. En ellas se destacaban los nombres de Mario Correa Rengifo, Lázaro Patiño, Ernesto Campo Méndez, Luis H. Garcés y Jorge Vázquez Valencia, cuyo busto fue colocado en el pórtico del hospital, en conmemoración a su trágica muerte en 1941. Es justo rendir homenaje a la memoria de estos destacados servidores públicos.
Rodrigo Guerrero, M.D.
Director Honorario
Revista Colombia Médica
e-mail: rodgue@uniweb.net.co