IN MEMORIAM
Álvaro Dueñas Lehmann (1930-2008)
Palabras escritas en homenaje a la memoria del doctor Alvaro Dueñas en el
III Simposio Nacional de Virología el día 2 de octubre de 2008
Corría la noche de agosto 22, de 1930, cuando en la «Ciudad Blanca» de Colombia, calificada también con el nombre de «Ciudad Monumento,» Popayán, de nobles ejecutorias y cuna de personajes importantes para la historia de nuestro país, en el hogar de Carlos y de Hermine, abría sus ojos Álvaro Dueñas Lehmann, para alegrar esa familia con sus encantos de bebé deseado. Fueron sus hermanos Carlos, el mayor, luego Cecilia, y por último Jorge.
Desde un principio Álvaro mostró una precocidad que se podría calificar de exagerada. En medio de su carácter reservado y su modo de ser silencioso, sus miradas se dirigían a aquello que le rodeaba en la casa paterna. En todo momento su voz se hacía inquisitiva para dirigir preguntas cuyas respuestas siempre guardó en una memoria fantástica que le distinguió muy pronto en el medio escolar de sus estudios de primaria. A esto se debe agregar el cuidado y el afán de sus padres por imbuir en su mente un conocimiento que se mostraba ávido de ser saciado ante los detalles más insignificantes, pero que para él constituían un escalón en el saber de la vida. Asimismo, se debe mencionar aquí el contacto tan cercano que tuvo con el ilustre ornitólogo Carlos Federico Lehmann, su primo hermano, a quien acompañó en sus múltiples salidas para observar, clasificar y disecar las aves que luego iban a enriquecer las colecciones del Museo de Ciencias Naturales tanto en Cali como en Popayán. Esto habría de ser una ayuda muy grande para el futuro.
Luego, ya en la educación secundaria, sus dotes salieron a relucir y se ganó en todo momento la admiración y los elogios de profesores y maestros ante las capacidades que constantemente desplegaba en el aprendizaje de las materias que en aquella época conformaban el pensum que había fijado el Ministerio de Educación Nacional a los colegios de bachillerato.
Las matemáticas, donde se contaban el álgebra, las distintas geometrías (plana y del espacio), la trigonometría, la física, la literatura, la química, las diversas historias, la filosofía, y sobre todo los idiomas (francés, latín, nociones de griego, inglés) eran temas de una asimilación rápida para la inteligencia analítica y privilegiada de Álvaro. Casi merece párrafo aparte la entrega dedicada, constante y consciente a las ciencias naturales (botánica, zoología, fisiología e higiene, historia natural, etc.), donde brilló con luz propia. Sobra decir que a los compañeros los dejaba admirados su fácil rendimiento. En la libreta de notas académicas las sugerencias y observaciones del profesor que dirigía el grupo, son todas por este estilo: «Goza de excelente memoria. Su conducta es muy buena y su aprovechamiento es sobresaliente.» Recibió el diploma de bachiller del Colegio Champagnat, Popayán, en septiembre 12, 1948.
Y a partir de este momento, su rápido avance a los estudios universitarios, fue algo que, desde el propio comienzo marcó un modelo de superioridad. No le fue necesario a Álvaro presentar los tan azarosos exámenes de admisión. Las calificaciones alcanzadas a lo largo del bachillerato, le permitieron acceder sin problema de ninguna clase a la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. Allí, de nuevo volvió a surgir entre quienes más adelante serían sus colegas en el campo profesional. Es casi seguro que la compañía previa con su primo el ornitólogo, le fue útil en sus primeros encuentros con la tan temida anatomía, pues sus disecciones le granjearon el cargo de monitor bajo la dirección del también temido profesor Néstor Santacoloma.
El paso a las áreas clínicas fue asimismo sin dificultades. Habría sido un cirujano superior si sus inquietudes por lo desconocido no lo hubiesen llevado al campo de la microbiología y, en especial al terreno de los virus, donde adquirió un conocimiento sólido y al mismo tiempo de enorme sentido práctico para la ciencia médica. Por esta época, sus maneras suaves consiguieron conquistar el corazón de quien sería el amor de su vida, la hermosa Leticia Barajas (que había estado entre las nominadas a la candidatura por su ciudad, Bucaramanga, para competir como Señorita Santander), y cariñosamente distinguida como Letty. Mientras Álvaro era estudiante, con ella contrajo matrimonio en 1950 y fue la madre de sus hijos Álvaro José, María Leonor, Juan Manuel, Alfredo y Eduardo (este último médico notable; en la actualidad se halla adscrito al personal científico de la famosa Clínica Mayo de Rochester).
Una vez terminadas las materias regulares en la Facultad de Medicina, cumplió con el servicio obligatorio del «año rural» en el municipio de Caloto, Cauca, durante el año 1955-1956. En este lugar aún la comunidad le recuerda con afecto y gratitud. Inmediatamente, y hasta 1958, se vinculó a la Sección de Virus (director, Dr. Carlos Sanmartín) del Departamento de Microbiología de la Universidad del Valle y luego de un corto período llenó también los requisitos legales a fin de recibir su diploma de Médico y Cirujano en 1957. Desde 1958 hasta 1960 su afán de aprender se le facilitó con enseñanzas superiores en la Escuela de Medicina en la Universidad de Tulane, donde por sus estudios se le otorgó el grado de Master of Sciences en Salud Pública y Medicina Tropical en 1959, en el Laboratorio de Cultivos Celulares (Dr. John P. Fox); después en el Laboratorio de Virus Entéricos, en la Escuela Médica Baylor, de Houston, Texas (dirigido por el Dr. Joseph L Meinick); y por último en el Laboratorio de Virus Transmitidos por Artrópodos, Fundación Rockefeller, Arbovirus Laboratories, New York (Dr. Max Theiler, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1951, y Dr. Jordi Casals).
Gracias a las experiencias adquiridas en este bagaje científico se reintegró al Laboratorio de Virus de la Universidad del Valle, con el asesoramiento del Dr. Carlos Sanmartín, para iniciar su carrera docente, donde sus enseñanzas fueron siempre amenas, sencillas, salpicadas con un humorismo delicioso y de una claridad que permitía ver con transparencia los secretos de los virus y demás organismos microscópicos. Estas cualidades sembraron en los estudiantes el deseo de investigar y descubrir que en todo momento llenaba la mente de Álvaro. Así, pudo recorrer el escalafón completo desde 1960 como Profesor Auxiliar hasta su retiro como Profesor Titular en 1990. Durante este prolongado lapso de treinta años, desempeñó con lujo de competencia diversos cargos tanto científicos como administrativos, por ejemplo, Jefe del Laboratorio de Diagnóstico de Enfermedades Virales, Jefe del Departamento de Microbiología, Presidente del Comité de Investigaciones de la Facultad de Salud de la Universidad del Valle, Director del Banco de Células in vitro, etc. Sus contribuciones a la ciencia médica y en especial al campo de la virología, se resumen en una serie extensa de artículos valiosos publicados en revistas científicas tanto nacionales como extranjeras, cuya lista no cabe dentro de los límites de esta semblanza. Merecen sí destacarse los trabajos sobre la encefalitis equina, el virus de la rabia, las infecciones respiratorias por virus, los estudios sobre hepatitis B y, sobre todo, los aportes al empleo de cultivos de tejidos en enfermedades dermatológicas.
Sus distinciones académicas son también variadas y sobresalientes: Invitado, Conferencia Conjunta Internacional, Infecciones y Nutrición, Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH), Bethesda, Maryland. Ponente, Virus Entéricos, Conferencia, Organización Mundial de la Salud, Infecciones Gastrointestinales, Ciudad de Panamá, Panamá. Elegido, Presidente IV Congreso Colombiano de Parasitología y Medicina Tropical, Cali. Profesor Visitante, Escuela de Medicina, Universidad de Loma Linda, California. Invitado, Conferencia Internacional, Asuntos Éticos, Protección Seres Humanos, Johns Hopkins University & Howard University, Baltimore, Maryland, EE. UU. Invitado, Society for in vitro Biology, Largo, Maryland, EE. UU. Elegido, Miembro Academia Nacional de Medicina, Colombia.
Una faceta casi desconocida en Álvaro fue su interés para probar fortuna en los negocios. En efecto, a modo de empresa familiar y con el ánimo de aprovechar algún terreno que heredó de los padres, comenzó una tarea en el campo de la piscicultura. Después de los tropezones naturales a toda empresa que se inicia con esfuerzo y honradez, con el paso de los años vino a recoger lo que con tanta constancia y con tanto sacrificio había sembrado. Pese a los obstáculos que surgieron desde un principio, hoy «Piscifactoría El Diviso» es una organización de sólido respaldo nacional y también internacional, dedicada a la producción y exportación de trucha a múltiples mercados.
En el momento supremo de la existencia, luego de soportar con increíble fortaleza los embates y complicaciones de la enfermedad que le arrebató la vida, Álvaro pleno de calma y de tranquilidad entregó su alma al Creador, para iniciar la vida eterna verdadera, rodeado del afecto de los suyos el 28 de abril de 2008.
Reciban sus hijos Álvaro José, María Leonor, Juan Manuel, Alfredo y Eduardo, así como los respectivos cónyuges, y los nietos, en nombre de la revista Colombia Médica y el mío propio este modesto homenaje a la memoria de un gran amigo.
Pablo Barreto, MD
Editor Honorario
e-mail: dr.pablobarreto@gmail.com